Con la irrupción en nuestras vidas de las redes sociales y la mensajería instantánea, facilitando en gran medida la comunicación, la mayoría de las personas hemos sentido la imperiosa necesidad de compartir todo aquello que hacemos y vivimos. Al principio la información que subíamos era básicamente personal, y original, es decir, propia. Pero con el tiempo y la necesidad de estar presente de forma continua, compartir publicaciones que, por su contenido, nos han interesado en algún sentido, ha provocado que ya no publiquemos únicamente cosas propias si no que utilicemos las ya creadas por otros y simplemente nos dediquemos a reenviar dicha información sin aportar nuevo contenido.
Este hecho lo observamos frecuentemente en los programas de mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram, etc. donde es muy habitual, y más en nuestros grupos, que la mayoría de la información que circula por ellos es simplemente reenvíos que se realizan sin aportar realmente nada personal.
Esta forma cómoda de utilizar las redes y la mensajería hace que la creatividad y la imaginación brille por su ausencia.
Por otro lado, y también aprovechando esta “cultura del reenvío”, se ha propiciado la circulación de gran cantidad de noticias falsas, bulos, especialmente por WhatsApp, aprovechándose de la rapidez con la que reenviamos información, sin apenas razonar un momento sobre su veracidad lo cual lleva a provocar desconcierto y estafas, puesto que en un 99% dichos mensajes son falsos. Por ello es muy importante que cuando nos llegue este tipo de información, reflexionemos un momento sobre su contenido, y en cualquier caso podemos consultar a expertos, contrastar en Internet, o acudir a organizaciones especializadas en la verificación de datos como Maldita o Newtral.
Es preciso cuidar que, al final, no se conviertan las redes sociales y la mensajería instantánea en grandes acumuladores de información reenviada de forma impersonal y en muchos casos falsa, perdiendo esa idea inicial de ser un medio para relacionarnos y compartir nuestras vivencias personales.
Carlos Gómez Cacho